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PACIFISMO BURGUÉS Y PACIFISMO REVOLUCIONARIO
MARX: DIALÉCTICA, HISTORIA Y COLONIALISMOS
HISTORIA DEL MARXISMO:CLASE 1-INTRODUCCIÓN

LA COMUNA DE PARÍS


CONTEXTO HISTORICO DE LA COMUNA

La Comuna de París fue la consecución del primer intento de gobierno obrero en el mundo, por un corto espacio de tiempo, 72 días quedo en las manos de revolucionarios la ciudad de Paris, donde se organizaron para defenderse de la barbarie de la oligarquia del estado francés y la ocupación de Prusia de París.

Para explicar esta revolución proletaria habría de poner en contexto el análisis concreto de ese tiempo y sus antecedentes, marcados por la guerra Franco-Prusiana del 19 de julio del año 1870 hasta el 10 de mayo del año 1871. Esta guerra no sólo propicio la Comuna de París, si no que hizó caer el 2º Imperio francés, con la caida de Napoleón III y el advenimiento de la III República francesa, y a la misma vez saldó como victorioso al ejercito Prusiano, trayendo el último episodio de la unificación alemana. También como resultado de la guerra, Francia tuvo que ceder los territorios de Alsacia y Lorena que se anexaron a Prusia, aunque dichos territorios solo permanecieron unidos a Alemania hasta el fin de la Primera Guerra Mundial cuando fueron reincorporados a Francia según el Tratado de Versalles.

Las causas de la guerra Franco-Prusiana, fue el temor del Emperador Napoleón III de ver como habiÉndose ofrecido el trono de España a un noble áleman, Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, primo del rey de Prusia, Guillermo I Hohenzollern, quedase Francia entre dos frentes, con la posible reunificación de toda Alemanía y España controlada por un aristocrata áleman. Napoleón III, presionó para que no aceptase el trono de España, consiguiendo la renuncia de este principe. Aún así el Emperador francés no tenia las garantías suficientes por lo que volvió a presionar al gobierno prusiano para que nunca pudiera presentarse un representante de esa dinastia real al trono español. El rey prusiano, que anteriormente había atendido a todas las reivindicaciones de Napoleón III, refuto tener que negociar y dar nuevas garantías al embajador francés. En París, la actitud del rey de Prusia fue vista como una afrenta al orgullo nacional de Francia y al pueblo francés.

El 19 de Julio de 1870, empezarían los combates entre estos dos estados. Después de 10 meses de encarnizados combates, que terminarían con la capitulación del ejercito francés. La Batalla de Sedan sería el punto culminante de esta guerra y en ella se perdieron todas las opciones de Francia para frenar el avance del ejercito Prusiano hasta París. Estas derrotas provocarían cambios en los gobierno de Francia, el cual se encontraba gobernado después de la renuncia al trono de Napoleón III por una Asamblea Legislativa que proclamó la República.

Con el enemigo prusiano a las puertas de París, y habiendo presentado la rendición de los ejercitos franceses por el Mariscal François Achille Bazaine en Metz el 27 de Octubre, todo quedaba expedito para alcanzar París, donde fue elegido un político ultraconservador llamado Adolphe Thiers, por la Asamblea Nacional Francesa como 1er Presidente de la 3ª República Francesa. Éste presidente pediría un armisticio a Prusia para acabar con la guerra.

Mientras tanto, La población de París rehusó deponer las armas y, en marzo de 1871, se revelaron y estableciedo lo que vino a llamarse como "La Comuna de Paris". El gobierno francés firmo el 10 de mayo del año 1871 el Tratado de Frankfurt que le obligaba a pagar unas cantidades astronomicas en compensación por la rendición de Francia y mediante acuerdo se pusieron en libertad a más de 100 mil prisioneros de guerra franceses que el gobierno de Adolphe Thiers, fueron utilizados para aplastar a la Comuna de Paris.

El mayor triunfo de Bismarck ocurrió el 18 de enero del año 1871 cuando Guillermo I de Prusia fue proclamado emperador de Alemania en el Palacio de Versalles, antiguo palacio de los reyes de Francia. La pesada indemnización de guerra impuesta a Francia fue pagada en septiembre del año 1873. Ese mismo mes, las tropas alemanas abandonaron Francia, después de tres años de ocupación y de haber ayudado a aplastar a los revolucionarios comuneros.

EL PRIMER INTENTO DE GOBIERNO PROLETARIO. LA COMUNA DE PARÍS


La Comuna de París se instauró como la primera intentona de experiencia proletaria de gobierno tras el 4 de septiembre de 1870 se proclamase la República en el Ayuntamiento parisino.

Ese mismo día por la noche los delegados de la Cámara Federal de las Sociedades Obreras y los delegados de las secciones de la Internacional se reúnen en la Corderie du Temple3 para redactar un llamado al pueblo alemán, publicado al día siguiente en alemán y en francés:
“La Francia republicana te invita, en nombre de la justicia, a retirar tus ejércitos; si no, nos será preciso combatir hasta el último hombre y derramar ríos de tu sangre y de la nuestra. Te repetimos lo que declaramos a la Europa coligada en 1793: el pueblo francés no hace la paz con un enemigo que ocupa su territorio.
Vuelve a cruzar el Rhin. Desde las dos orillas del río disputado, Alemania y Francia, tendámonos la mano. Olvidemos los crímenes militares que los déspotas nos hicieron cometer unos contra otros… con nuestra alianza, fundemos los Estados Unidos de Europa”.

Era la invitación enviada como manifiesto para acabar con los combates de dos pueblos, por la cerrazón de sus gobernantes.

El 31 de octubre los batallones obreros tomaron por asalto el Hôtel de Ville y capturaron a algunos miembros del Gobierno. Mediante una traición, la violación descarada por el Gobierno de su palabra y la intervención de algunos batallones pequeñoburgueses, se consiguió ponerlos nuevamente en libertad y, para no provocar el estallido de la guerra civil dentro de una ciudad sitiada por un ejército extranjero, se permitió seguir en funciones al Gobierno constituido.

El 28 de enero, J. Favre firma un armisticio con Bismarck después de cinco meses de asedio soportados valerosamente. El armisticio es a los ojos de la población parisina una capitulación vergonzosa; algunos piensan en una traición. La Asamblea Nacional, reunida el 12 de febrero en Burdeos, es favorable a la concertación de la paz. Nombra a Thiers jefe del poder ejecutivo; éste firma el 26 de febrero los preliminares de la paz, que son ratificados el 1 de marzo por la Asamblea Nacional. Los preliminares conceden al ejército prusiano el derecho a entrar en París; cuerpos alemanes, a partir del 3 de marzo, deben ocupar ciertos barrios. Esas condiciones exasperan a la población parisiense.

Pero la Guardia Nacional conservó sus armas y sus cañones, y se limitó a sellar un armisticio con los vencedores. Y éstos no se atrevieron a entrar en París en son de triunfo. Sólo osaron ocupar un pequeño rincón de la ciudad, una parte en que no había, en realidad, más que parques públicos, y, por añadidura, sólo lo tuvieron ocupado unos cuantos días. Y durante este tiempo, ellos, que habían tenido cercado a París por espacio de 131 días, estuvieron cercados por los obreros armados de la capital, que montaban la guardia celosamente para evitar que ningún “prusiano” traspasase los estrechos límites del rincón cedido a los conquistadores extranjeros. Tal era el respeto que los obreros de París infundían a un ejército ante el cual habían rendido sus armas todas las tropas del Imperio.

Durante la guerra, los obreros de París se habían limitado a exigir la enérgica continuación de la lucha. Pero ahora, sellada ya la paz después de la capitulación de París, Thiers, nuevo jefe del Gobierno, tenía que darse cuenta de que la dominación de las clases poseedoras —grandes terratenientes y capitalistas— estaba en constante peligro mientras los obreros de París tuviesen en sus manos las armas. Lo primero que hizo fue intentar desarmarlos.

La declaración de la guerra civil, en sentido estricto, se plantea cuando el gobierno de Thiers da la orden de confiscar los cañones de la Guardia Nacional, bajo el pretexto de que aquellos pertenecían al Estado. El golpe de fuerza de las tropas de Versalles sobre París, tiene lugar en la madrugada del 18 de marzo, al ocupar los puestos estratégicos de la orilla derecha del Sena, mientras varios destacamentos tratan de apoderarse de los cañones de Montmartre. Agresión que, en alevosa nocturnidad, al principio les parecerá fácil, hasta que los barrios despiertan y las mujeres son las primeras que rodean las ametralladoras e increpan a los agresores.

A las once de la mañana la tentativa del gobierno de apoderarse de los cañones ha fracasado. La Guardia Nacional está en pie con sus batallones y en los barrios la gente tiene los adoquines a mano. La muchedumbre ejecuta a dos generales, indignada por la agresión que no dudan en calificar de “golpe de Estado” de Versalles. París se movilizó como un solo hombre para la resistencia y se declaró la guerra entre París y el Gobierno francés, instalado en Versalles. El 26 de marzo fue elegida, y el 28 proclamada la Comuna de París.

El 28 de marzo fue proclamada la Comuna, en un ambiente festivo. Sobre ochenta concejales elegidos, había sesenta y seis revolucionarios, de los que unos veinticinco eran obreros, en su mayoría jóvenes, algunos con apenas veinticinco años. Al día siguiente se organiza el gobierno de la Comuna mediante la formación de nueve Comisiones de trabajo, compuesta cada una por cinco miembros. Estas comisiones son: de Finanzas, Guerra, Justicia, Seguridad Nacional, Subsistencias, Trabajo, Relaciones Exteriores, Servicios Públicos y Enseñanza. Y una Comisión Ejecutiva, formada por los delegados de las nueve Comisiones

El Comité Central, en representación del pueblo armado, se constituye en gobierno provisional revolucionario, con el objetivo inmediato de convocar las elecciones municipales a la Comuna de París. Recordemos que el Comité Central había sido elegido por doscientos quince batallones de la Guardia Nacional.La mayoría de los miembros del Comité Central eran seguidores de Blanqui, en tanto los internacionalistas tenían escasa participación, en la que destaca la presencia de Eugene Varlin. En su proclama a la población, firmada con los nombres de sus miembros, el Comité Central argumenta la toma del poder en nombre del proletariado de París

El Comité Central de la Guardia Nacional, que hasta entonces había desempeñado las funciones de gobierno, dimitió en favor de la Comuna, después de haber decretado la abolición de la escandalosa “policía de moralidad” de París. A partir de ahí se tomaron estas decisiones:

El 30, la Comuna abolió la conscripción y el ejército permanente y declaró única fuerza armada a la Guardia Nacional, en la que debían enrolarse todos los ciudadanos capaces de empuñar las armas.

Condonó los pagos de alquiler de viviendas desde octubre de 1870 hasta abril de 1871, incluyendo en cuenta para futuros pagos de alquileres las cantidades ya abonadas, y suspendió la venta de objetos empeñados en el monte de piedad de la ciudad.

El mismo día 30 fueron confirmados en sus cargos los extranjeros elegidos para la Comuna, pues “la bandera de la Comuna es la bandera de la República mundial”.

El 1 de abril se acordó que el sueldo máximo que podría percibir un funcionario de la Comuna, y por tanto los mismos miembros de ésta, no podría exceder de 6.000 francos (4.800 marcos).

Al día siguiente, la Comuna decretó la separación de la Iglesia del Estado y la supresión de todas las partidas consignadas en el presupuesto del Estado para fines religiosos, declarando propiedad nacional todos los bienes de la Iglesia; como consecuencia de esto, el 8 de abril se ordenó que se eliminase de las escuelas todos los símbolos religiosos, imágenes, dogmas, oraciones, en una palabra, “todo lo que cae dentro de la órbita de la conciencia individual”, orden que fue aplicándose gradualmente.

El día 5, en vista de que las tropas de Versalles fusilaban diariamente a los combatientes de la Comuna capturados por ellas, se dictó un decreto ordenando la detención de rehenes, pero esta disposición nunca se llevó a la práctica.

El día 6, el 137 Batallón de la Guardia Nacional sacó a la calle la guillotina y la quemó públicamente, entre el entusiasmo popular.

El 12, la Comuna acordó que la Columna Triunfal de la plaza Vendôme, fundida con el bronce de los cañones tomados por Napoleón después de la guerra de 1809, se demoliese, como símbolo de chovinismo e incitación a los odios entre naciones. Esta disposición fue cumplida el 16 de mayo.

El 16 de abril, la Comuna ordenó que se abriese un registro estadístico de todas las fábricas clausuradas por los patronos y se preparasen los planes para reanudar su explotación con los obreros que antes trabajaban en ellas, organizándoles en sociedades cooperativas, y que se planease también la agrupación de todas estas cooperativas en una gran Unión.

El 20, la Comuna declaró abolido el trabajo nocturno de los panaderos y suprimió también las oficinas de colocación, que durante el Segundo Imperio eran un monopolio de ciertos sujetos designados por la policía, explotadores de primera fila de los obreros. Las oficinas fueron transferidas a las alcaldías de los veinte distritos de París.

El 30 de abril, la Comuna ordenó la clausura de las casas de empeño, basándose en que eran una forma de explotación privada de los obreros, en pugna con el derecho de éstos a disponer de sus instrumentos de trabajo y de crédito.

El 5 de mayo, dispuso la demolición de la Capilla Expiatoria , que se había erigido para expiar la ejecución de Luis XVI.

Como se ve, el carácter de clase del movimiento de París, que antes se había relegado a segundo plano por la lucha contra los invasores extranjeros, resalta con trazos netos y enérgicos desde el 18 de marzo en adelante. Como los miembros de la Comuna eran todos, casi sin excepción, obreros o representantes reconocidos de los obreros, sus acuerdos se distinguían por un carácter marcadamente proletario.

Una parte de sus decretos eran reformas que la burguesía republicana no se había atrevido a implantar sólo por vil cobardía y que echaban los cimientos indispensables para la libre acción de la clase obrera, como, por ejemplo, la implantación del principio de que, con respecto al Estado, la religión es un asunto de incumbencia puramente privada; otros iban encaminados a salvaguardar directamente los intereses de la clase obrera, y, en parte, abrían profundas brechas en el viejo orden social. Sin embargo, en una ciudad sitiada lo más que se podía alcanzar era un comienzo de desarrollo de todas estas medidas. Desde los primeros días de mayo, la lucha contra los ejércitos levantados por el Gobierno de Versalles, cada vez más nutridos, absorbió todas las energías.

El 7 de abril, los versalleses tomaron el puente sobre el Sena en Neuilly, en el frente occidental de París; en cambio, el 11 fueron rechazados con grandes pérdidas por el general Eudes, en el frente sur. París estaba sometido a constante bombardeo, dirigido además por los mismos que habían estigmatizado como un sacrilegio el bombardeo de la capital por los prusianos. Ahora, estos mismos individuos imploraban al Gobierno prusiano que acelerase la devolución de los soldados franceses hechos prisioneros en Sedán y en Metz, para que les reconquistasen París.

Desde comienzos de mayo, la llegada gradual de estas tropas dio una superioridad decisiva a las fuerzas de Versalles. Esto se puso ya de manifiesto cuando, el 23 de abril, Thiers rompió las negociaciones, abiertas a propuesta de la Comuna, para canjear al arzobispo de París14 y a toda una serie de clérigos, presos en la capital como rehenes, por un solo hombre, Blanqui, elegido por dos veces a la Comuna, pero preso en Clairvaux. Y se hizo más patente todavía en el nuevo lenguaje de Thiers, que, de reservado y ambiguo, se convirtió de pronto en insolente, amenazador, brutal.

En el frente sur, los versalleses tomaron el 3 de mayo el reducto de Moulin Saquet; el día 9 se apoderaron del fuerte de Issy, reducido por completo a escombros por el cañoneo; el 14 tomaron el fuerte de Vanves. En el frente occidental avanzaban paulatinamente, apoderándose de numerosos edificios y aldeas que se extendían hasta el cinturón fortificado de la ciudad y llegando, por último, hasta la muralla misma; el 21, gracias a una traición y por culpa del descuido de los guardias nacionales destacados en este sector, consiguieron abrirse paso hacia el interior de la ciudad.

Los prusianos, que seguían ocupando los fuertes del Norte y del Este, permitieron a los versalleses cruzar por la parte norte de la ciudad, que era terreno vedado para ellos según los términos del armisticio, y, de este modo, avanzar atacando sobre un largo frente, que los parisinos no podían por menos que creer amparado por dicho convenio y que, por esta razón, tenían guarnecido con escasas fuerzas. Resultado de esto fue que en la mitad occidental de París, en los barrios ricos, sólo se opuso una débil resistencia, que se hacía más fuerte y más tenaz a medida que las fuerzas atacantes se acercaban al sector del Este, a los barrios propiamente obreros.


Hasta después de ocho días de lucha no cayeron en las alturas de Belleville y Ménilmontant los últimos defensores de la Comuna; y entonces llegó a su apogeo aquella matanza de hombres desarmados, mujeres y niños, que había hecho estragos durante toda la semana con furia creciente. Ya los fusiles de retrocarga no mataban bastante de prisa, y entraron en juego las ametralladoras para abatir por centenares a los vencidos. El Muro de los Federados del cementerio de Père Luchaise, donde se consumó el último asesinato en masa, queda todavía en pie, testimonio mudo pero elocuente del frenesí a que es capaz de llegar la clase dominante cuando el proletariado se atreve a reclamar sus derechos. Luego, cuando se vio que era imposible matarlos a todos, vinieron las detenciones en masa, comenzaron los fusilamientos de víctimas caprichosamente seleccionadas entre las cuerdas de presos y el traslado de los demás a grandes campos de concentración, donde esperaban la vista de los Consejos de Guerra.

Las tropas prusianas que tenían cercado el sector nordeste de París recibieron la orden de no dejar pasar a ningún fugitivo, pero los oficiales con frecuencia cerraban los ojos cuando los soldados prestaban más obediencia a los dictados de humanidad que a las órdenes de superioridad; mención especial merece, por su humano comportamiento, el cuerpo de ejército de Sajonia, que dejó paso libre a muchas personas, cuya calidad de luchadores de la Comuna saltaba a la vista.

Los miembros de la Comuna estaban divididos en una mayoría integrada por los blanquistas, que habían predominado también en el Comité Central de la Guardia Nacional, y una minoría compuesta por afiliados a la Asociación Internacional de los Trabajadores, entre los que prevalecían los adeptos de la escuela socialista de Proudhon. En aquel tiempo, la gran mayoría de los blanquistas sólo eran socialistas por instinto revolucionario y proletario; sólo unos pocos habían alcanzado una mayor claridad de principios; gracias a Vaillant, que conocía el socialismo científico alemán.

Así se explica que la Comuna dejase de hacer, en el terreno económico, muchas cosas que, desde nuestro punto de vista actual, debió realizar. Lo más difícil de comprender es indudablemente el santo temor con que aquellos hombres se detuvieron respetuosamente en los umbrales del Banco de Francia. Fue éste además un error político muy grave. El Banco de Francia en manos de la Comuna hubiera valido más que diez mil rehenes. Hubiera significado la presión de toda la burguesía francesa sobre el Gobierno de Versalles para que negociase la paz con la Comuna. Durante su existencia la Comuna gastó 46 millones de francos, de los que 16,7 millones fueron proporcionados por el Banco de Francia, y el resto por los diversos servicios administrativos y fiscales. Pero durante ese periodo el Banco de Francia aceptó cerca de 260 millones de letras giradas sobre él por el gobierno de Versalles para combatir a la Comuna

Pero aún es más asombroso el acierto de muchas de las cosas que se hicieron, a pesar de estar compuesta la Comuna de proudhonianos y blanquistas. Por supuesto, cabe a los proudhonianos la principal responsabilidad por los decretos económicos de la Comuna, lo mismo en lo que atañe a sus méritos como a sus defectos; a los blanquistas les incumbe la responsabilidad principal por los actos y las omisiones políticas.

LA CAIDA DE LA COMUNA DE PARÍS

Desde el 2 de abril las tropas de Versalles fusilan a los comunalistas hechos prisioneros. Durante las semanas de abril y mayo se ofrecen negociadores que se esfuerzan por persuadir al gobierno de Versalles para llegar a un compromiso. La Comuna acoge los ofrecimientos con buena voluntad a pesar de la salvaje brutalidad con que son tratados sus prisioneros. Las Cámaras sindicales tratan de mediar, no sin definir a su juicio el carácter de la Comuna: “París hizo una revolución -dicen- tan aceptable como muchas otras; y para muchos espíritus es la más grande que se haya hecho jamás; es la afirmación de la República y la voluntad de defenderla”.

Un grupo de diputados de la clase media forman la Unión Republicana para defender los derechos de París. A su lado los masones envían una delegación a Versalles, sin conseguir su propósito. El 22 de abril, la Unión Nacional de Cámaras Sindicales, la Liga de los Derechos de París y la masonería intervienen a favor de la Comuna, siendo rechazados por los de Versalles, que responden: “Los apóstoles de la conciliación no merecen más que una negativa”.

Thiers rompe las negociaciones para canjear al arzobispo de París y otros clérigos por Blanqui, elegido por la Comuna, pero que estaba preso en Clairvaux. Con el simulacro de esas negociaciones, Thiers, trataba de ganar tiempo para emprender la reconquista de París, mediante la formación de un ejército dispuesto a aplastar la revolución. Primeramente, Thiers trató de que las provincias acudieran en ayuda de Versalles, pero éstas se negaron en su gran mayoría a ayudar a los “rurales”. Por lo cual ordenó las elecciones municipales del 30 de abril, sobre la base de una nueva ley municipal y la finalidad de obtener una mayoría contrarrevolucionaria, del “partido del orden”. Pero los cálculos le fallaron a los legitimistas, orleanistas y bonapartistas coaligados, que sólo obtuvieron 8.000 de los 700.000 concejales elegidos en los 35.000 municipios de Francia.

Ante este descalabro, el aplastamiento de París pasa por obtener la ayuda del gobierno prusiano, al que Thiers implora la devolución de los soldados prisioneros en Sedan y Metz y la oficialidad bonapartista ansiosa de desquite. Además, Thiers obtuvo de la complicidad del gobierno prusiano la anulación del Tratado de Francfort, por el cual al gobierno francés le estaba prohibido reunir a más de cuarenta mil hombres en los alrededores de París. De este modo, desde comienzos del mes de mayo, a medida que regresan los prisioneros bonapartistas, se afianza la superioridad militar aplastante de Versalles, llegando a contar con un ejército de 130.000 hombres provistos de todo tipo de armamento. Y con el cual podrían haber tomado París en una jornada, pero el combate se prolongará en las calles durante ocho días.
Paris sometido a un constante bombardeo, y debido a la traición y el descuido de los guardias nacionales en el sector occidental, se encuentra el 21 de mayo con que la invasión del ejército de Versalles se abre paso. El ejército prusiano les permite el acceso a los invasores por la parte norte, por el que según el armisticio no se podía pasar, abriéndose un largo frente que la Comuna tenía escasamente defendido.

En el sector occidental ocupado por los barrios ricos, la resistencia fue débil, no así cuando los agresores se acercaron al sector oriental, que era el de los barrios obreros, donde se multiplican las barricadas y los actos heroicos. Al fin, después de 8 días de lucha, el domingo 28 de mayo al mediodía, se dispara el último cañonazo de la Comuna. Tras la cual llega la ferocidad de la contrarrevolución. “Acabada la lucha, el ejército se transformó en un inmenso pelotón de ejecución”

Llega la matanza en masa de población civil, los fusilamientos de los hombres desarmados, de las mujeres y niños, y su traslado a las prisiones y campos de concentración. Los de Versalles hicieron ocho o diez veces más prisioneros que combatientes había y fusilaron a más hombres de los que había tras las barricadas. En cambio, los versalleses sólo tuvieron 600 muertos y 7.000 heridos.

Las matanzas en masa duraron hasta los primeros días de junio y las ejecuciones sumarias hasta mediados de dicho mes; en total, las cifras oficiales admitirán unos 20.000 fusilamientos. Los oficiales bonapartistas no desmayaron en su ferocidad, remataban con sus propias manos a los prisioneros. “El suelo está sembrado de sus cadáveres - telegrafió Thiers a sus prefectos-; este espantoso espectáculo servirá de lección”.

Y la “lección” superó con creces a la anterior. Comparada con la matanza de la insurrección parisina de junio de 1848, ésta palidece ante la de 1871. Pues, mientras la insurrección de 1848 tuvo que batirse con un ejército de 30.000 efectivos, los batallones de la Comuna lo hicieron frente a un ejército de 130.000. Y mientras en 1848 la lucha duró cinco días, en 1871 la lucha se mantuvo durante varias semanas, antes de la semana sangrienta (del 21-28 de mayo). Tras la derrota, la represión fue implacable, causando más de cien mil víctimas. Según el Journal des Débats: “las pérdidas sufridas por el partido de la insurrección, incluyendo muertos y prisioneros ascendía a la cifra de cien mil individuos”.

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